domingo, 12 de octubre de 2008

La mujer pantera




Leo que "La autoficción es la nueva literatura" Es una palabra que no había escuchado antes así que me pongo a leer sobre este tema. Acabo muy perdida. Me autoconvenzo de que pede ser que me esté autoengañando cuando me dedico a hacer autopsias sobre las frases que otros autores han escrito sobre ¿qué? Me paro un segundo y autoanalizo la cuestión y de paso me autoanalizo a mí.
Salgo del espejo.
Sueño con una pantera. Recuerdo una película de terror que vi hace mucho tiempo. Es una película en blanco y negro, el miedo siempre es mejor a dos colores. En esa película hay una pantera que es la protagonista y, sin embargo, nunca la ves. Ves su sombra, escuchas sus rugidos, escuchas los gritos de su víctima, pero el animal no aparece. También hay una mujer, una mujer buena. A esa mujer sí que puedes verla. Esa mujer buena está maldita y cada noche se transforma en la pantera que tú solo puedes imaginar.
Leo que "nos enfrentamos a un rechazo de la imaginación" Que hay "un deseo general de saber lo real, lo auténtico, lo verdaderamente sucedido.."
Como si ahora el mundo hubiera dejado de ser lo que sabíamos y se transformara en un desconocido, un cristal opaco que ya no refleja lo que soy. Es cierto, puede ser, sin embargo... Si hay una brecha, si el exterior está en perfecto desacuerdo con el interior, si la memoria ya no rescata a los muertos, entonces ¿Por qué los huecos de las manos son los mismos huecos de siempre? O por decirlo de otra manera ¿Por qué las historias siguen siendo las mismas de siempre?
¿Por qué? Porque las historias no nos pertenecen.
Leo que "en el fondo toda escritura es un movimiento entre Dios y la nada, una apuesta"
La inquietud que me produjo la película de La mujer pantera se resume en una cuestión ¿Cómo puede suceder que vivan en un solo cuerpo dos seres opuestos? ¿Acaso es posible que el uno no sea consciente del otro? ¿Es su propia naturaleza enfrentada lo que los fortalece?
La mujer y la pantera.
El escritor y el personaje.
Una apuesta: a ver quién sigue viviendo.
Si no lo conoces no puedes matarlo. Si no forma parte de ti no puedes conocerlo. Todo lo que no somos no es. Luego si lo que cuentas no tiene que ver contigo ¿con quién entonces? Si estás tan lejos del reflejo entonces no eres tú quien está delante del espejo. La distancia marca la diferencia entre tu voz y otra voz. Pero al final es solo una voz, el cuento ya estaba allí. Es por lo que creo que la presencia del "yo" (del autor) en la literatura actual no es algo nuevo o más relevante, sino algo obvio e indivisible, algo de lo que hemos tomado conciencia al empeñarnos en mirar detrás del espejo.
Si yo fuera una mujer pantera mis noches nunca serían aburridas y no dejaría que nadie me hiciera daño jamás, pero esa no es nuestra película. En la película de la que estoy hablando la voz que cuenta la historia decide que al final la mujer muera. Supongo que nadie preguntó a la pantera.
Leo que "la historia habla o se escucha, nunca las dos cosas a la vez"
Puede que de la misma manera, solo se pueda vivir o escribir. Una voz dice "yo soy" y otra voz ya lo está escribiendo. Para cuando dos cuerpos dejen de estar juntos, los huecos que se hayan formado entre ellos ya habrán sido explicados. Cuando ya no nos queda nada más, es cuando la historia cobra sentido.
No nos cansaremos de escucharla, una y otra vez.
Eso es lo que nos salva.
A los que escribimos, y a los que leemos.
A los que vivimos.

4 comentarios:

Susana Guerrero dijo...

Autoficción es una palabra extraña. Yo creo que el deseo de lo real es algo que siempre ha estado ahí. Y el deseo de evasión también. Yo detecto cada vez más en la literatura, en las vidas, en los anuncios la necesidad de observar al observador. La importancia quizá se traslada a quién y cómo lo dice y no a lo qué cuenta que al final resulta la misma historia de siempre. El punto de mira es el narrador y la estructura.
Hay un anuncio en televisión de la campaña de tráfico que quizá expresa mejor lo que pienso. Aparece un hombre en silla de ruedas contando que tuvo un accidente, etc. De pronto rompe la ficción para mirar a la cámara y decir que gracias a Dios él solo es un actor pero que el accidente podría ocurrirte a ti que miras. Esa es la sensación. Si, vale ¡soy escritor! y te miento contándote esta historia… pero aquí está mi cara, ya no me escondo tras el narrador.

Susana Guerrero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Rivero dijo...

Despues del anuncio de de Direccion General de Trafico, el telediario. La noticia de un accidente de moto. Se ha matado el actor que interpretaba al actor que interpretaba al paraplégico en el anuncio de la Direccion General de Trafico. La presentadora que da la noticia siente el escalofrío del espiral de la autoficción. Ella también conduce una moto.

Javier Sales Melgarejo dijo...

Yo creo que los tiros acerca de narrador en el siglo XXI van por la linea del YO como símbolo de un sistema, el Yo-personaje-narrador, inmerso en la sociedad de la información, y en los referentes culturales comunes, bien sea la Nocilla o el culto a la figura de Mario Bross. Debe ser un Yo complice con la inteligencia del lector, respetuoso, para nada adoctrinador, como muchos de los narradores del siglo XX. Hoy en día, quien dedica un tiempo a leer en lugar de jugar a una Playstation, es alguien con un listón cultural bastante alto; así pues, como lector, necesito narradores que lancen guiños a mi inteligencia, para nada que me cuenten lo estupendos y atractivos que son. Necesitamos narradores procaces, místicos, irónicos, que nos guiñen el ojo a la vuelta de cada renglón. Y sin embargo gente tan sencilla como nosotros mismos.
La autoficción puede ser la manera de empatizar con un lector si consigues inventarte como personaje suficientemente atractivo y en conexión con el mundo.