lunes, 10 de noviembre de 2008

Ensayo sobre la ceguera, José Saramago

Una extraña epidemia de ceguera blanca se extiende por la ciudad, donde nadie parece estar a salvo. Pronto se impone un nuevo estado natural, forzado por la reorganización de las relaciones del hombre con los demás y con el mundo.

Los ciegos de Saramago no son invidentes, porque la ceguera de la humanidad no afecta a los sentidos. Declarado como ensayo, el libro me parece una reflexión sobre la amenaza de epidemias infecciosas como la ignorancia, el egoísmo, la violencia y la barbarie, una historia sobre la responsabilidad de los que conservan la vista en un mundo cegado por la luz, un libro para sentirse triste, afortunado y responsable.

Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos.

Cualquier lectura superficial —que prescinda de la alegoría del universo de las ideas en el mito de la caverna de Platón— nos limitará a ver sombras en lugar de los objetos físicos que las proyectan. Incluso el estilo del autor parece una metáfora de las dificultades que interpone la percepción sensible de la realidad física: quien se deje cegar por la austeridad de la forma —ante novelas sin párrafos, puntos y aparte, guiones o comillas— correrá el riesgo no leer a Saramago.

El director brasileño Fernando Meirelles —Ciudad de Dios y El Jardinero Fielacaba de rodar la adaptación al cine con Julianne Moore y Daniel Craig, bajo el título Blindness. Ya veremos.