domingo, 7 de marzo de 2010

El Guardián entre el Centeno, J. D. Salinger


Probablemente te obligaron a leer El Guardián y probablemente no te gustó. El profesor que te hizo aquella faena no sabía que la historia iba a decepcionarte. Pretendía que Holden Caulfield te mostrara las dificultades de hacerse mayor. Pero uno no puede ver las nubes cuando está en las nubes.

Desde mi punto de vista, el de ahora, el del adulto al pie del tiovivo donde dan vueltas los niños, Salinger es uno de los genios de la construcción de escenas, capaces de conectar la acción con la perturbación emocional del personaje. Tal vez haya algo de Flaubert en esto, pero con una palada más de tierra y una menos de simbolismo. La primera persona parece el canal perfecto para este tipo de conexión, dado que el lector se expone a la realidad a través de una única percepción de la realidad. Los ojos de un adolescente que aún no ha encontrado su lugar en el mundo. No saber quién eres te coloca en una posición crítica, en la que la respuesta más frecuente es el rechazo. Tal vez por eso la rebeldía, tradicionalmente, es cosa de los jóvenes. Phoebe le pregunta a Holden qué le gusta y la respuesta es: Nada. Aunque podría ser: Todavía nada.

La angustia de Holden resiste frente a las obligaciones, elecciones y renuncias que pretende imponerle la transición a la madurez. Por eso lo expulsan del colegio que se anuncia con un chico a caballo saltando una valla, y el lema “Desde 1888 moldeamos muchachos transformándolos en hombres espléndidos y de mente clara”. Holden es el protector de la infancia, el vigilante al borde del precipicio, que asegura el juego de los niños, mientras la altura del centeno, alegoría de la inocencia, no les permite ver el peligro. Holden es el que aún no ha follado pero sabe lo que es follar, y se enfurece cuando ve la palabra escrita en la pared del colegio. ¡Podrían verlo los niños! Holden es el que ha suspendido el examen sobre el Antiguo Egipto y les recuerda a los niños la importancia que tiene estudiar mientras visitan las momias del museo.

Hace pocos días murió Salinger, y El Guardián saltó al escaparate de las librerías. Adultos que ya lo habían leído lo han vuelto a leer, y han entendido mejor a los adolescentes que lo leyeron.

martes, 12 de enero de 2010

Perú, Gordon Lish


Perú, Gordon Lish (Editorial Periférica, 222 p.)


El coraje de Editorial Periférica nos trae al Capitán Ficción de la revista Esquire, la editorial Knopf y Raymond Carver, una vida de literatura en el papel del editor, el mentor, el profesor y el escritor.

Perú asegura una lectura obsesiva, a través del dominio de la primera persona: el narrador culpable de un brutal, ingenuo —y ¿auténtico?— asesinato. Lish le permite expresarse a través de la recuperación circular de los detalles y la resonancia de la memoria, en un excelente ejercicio de superposición de escenarios. Cada dosis administra la cantidad perfecta de información. Sin dejar de hablar, sin permitirnos dejar de escuchar, el maestro de la gestión del tiempo y los objetos deja que su protagonista convulsione ante nuestros ojos desde la primera hasta la última página. Cito a Lish cuando citaba a Thoreau: “Hay dos tipos de escritura; la primera reporta un suceso; la segunda es el suceso”.

Si tuviera que decir algo negativo sobre esta novela —le mot injuste, digamos que es imprescindible hacerlo— diría que Lish podría haber sostenido la misma estructura hasta el cierre, sin necesidad de reconstruir linealmente las dos escenas que argumentan la obsesión. Como él mismo sugirió en una de sus clases neoyorquinas, “intenta permanecer alerta ante la ruina que supone que la obra se vuelva lineal”.

lunes, 4 de enero de 2010

Miranda July, Nadie es más de aquí que tú

Nadie es más de aquí que tú (No one belongs here more than you, 2007). Seix Barral, 223p.

Miranda July expone en el MOMA y escribe poesía con rotulador indeleble en el techo de su nevera. Esta artista precoz de la performance, la web y la videoinstalación, ha hecho cine también (Me and you and everyone we know, 2005), con buen recibimiento en Sundance y Cannes. Podemos recomendar su película a cualquiera que disfrute viendo crecer la hierba en las grietas del asfalto. No es un guión para siempre, pero parece una mirada honesta y sutil a través de la ventana abierta (hoy, ahora, ya) a la urbe.

Algo así encontramos en esta colección de cuentos. El sentido del humor y la ingenuidad pretenden protegernos del rechazo y la humillación. No lo llamaría inventiva sino sensibilidad. Miranda camina descalza y lo cuenta con una voz frágil y desnuda de artificio. Merecen especialmente el viaje El patio compartido, que abre el libro, y Algo que no necesita nada. Ciudadanos hambrientos de amor, pese a todo lo que hay en contra. Y el Frank O´Connor International Short Story Award, el premio mejor dotado del mundo en su categoría.

Con este aval, la Biblioteca Formentor que ya nos trajo The Collected Stories de Amy Hempel (otra vez gracias), vuelve a apostar por la nueva narrativa norteamericana. Bien por ello. Sentimos que la traducción vuelva a fallar, ya que el texto merece serias enmiendas. Tras comparar la publicación de Seix Barral con el original, advertimos que sobresale una buena muestra de errores que ya hemos puesto en conocimiento del editor.

Espontaneidades de Miranda en sus páginas:

http://noonebelongsheremorethanyou.com y http://mirandajuly.com