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martes, 10 de julio de 2012

Dime, Mary Robison

Año de edición: 2012  Editorial: Alba Editorial
ISBN: 9788484287209  Páginas: 320

María Tena y Alba Editorial se atreven a publicar a Mary Robison por primera vez en nuestro idioma. La gente de LE MOTIN tenía ganas de que pasara. Descubrimos a esta autora hace cuatro o cinco años, con la lectura de An amateur’s gide to the night, un texto que invita a mirar con atención a las estrellas.

Robison no forma parte de una nueva hornada. Es profesora en la Universidad de Southern Mississippi, autora de varias novelas y colaboradora de The New Yorker desde 1977, donde se publicaron por primera vez muchos de estos relatos. Mientras se la emparenta con el realismo de Raymond Carver o Amy Hempel, con el poso de amargura de las vidas convencionales, nosotros queremos mover el foco hacia su habilidad natural para mostrar y ocultar, que destaca por el impacto que soporta un lector que se aproxima confiado. ¿Esa frase estaba ahí desde el principio? ¿Cómo pude ignorar, en la primera lectura, la rotunda importancia que tenía?

Leemos en The New York Times Book review que “los métodos de Mary Robison ofrecen al lector minucioso un acercamiento honesto a vidas frecuentemente descritas por otros autores desde un ángulo despectivo o melodramático”. El american dream de Robison no retrata la urgencia del éxito. Sus personajes atienden a intereses presuntamente pequeños, del tamaño de las emociones de las personas. Yo recuerdo el hallazgo de Robison con emoción, las discusiones sobre algunas de sus delicadas herramientas, el análisis de líneas de diálogo sencillo aunque lleno de significado. En Dime nos reencontramos con nuestra Guía de la noche para aficionados, y una treintena de piezas brillantes como Entrenador y Tuyo.

“Mary Robison’s hard-edged, fine-tooled, enigmatic super-realism is a joy”
--John Barth.

domingo, 27 de marzo de 2011

Alondra y Termita, Jayne Anne Phillips

Editorial Duomo, 2010   Páginas: 315 

Son las alondras pájaros diurnos y vistosos que viven en zonas áridas o semiáridas, emiten cantos extravagantes y se alimentan de semillas e insectos. Las termitas que son blancas y frágiles, tienen alas cuando son adultas, comen madera gracias a la simbiosis en que viven con los protozoos de su sistema digestivo, y prefieren vivir en climas templados. En esta novela mantienen una asociación peculiar que sirve, simbióticamente, para alimentar a uno y otra; para dejar atrás los obstáculos y crecer cuando ya nada más crece o puede aspirar a nacer.

Nonie no puede querer más o menos a Charlie. Es un amor que existe. Un amor que es. Y Lola, Lola, la gata que todo lo sabe, tiene que hacer algo para que el amor vaya mucho más allá de si misma y resista balas y crueldades. Leavitt quiere tocar su clarinete para huir de una muerte “pequeña, como el clic de una lámpara al apagarse, o el leve suspiro de un radiador.” Lola es, y Leavitt siente que la muerte es otra cosa, algo que “recorre las profundidades de la tierra como el bordón de un bajo, colosal, implacable.” Solly sabe también lo que quiere. Es un hombre niño que creció sin madre, como Alondra. Hay maternidades que dejan un pequeño surco para iniciar un camino. Otras liberan fango para tapar surcos anteriores que pudieran, tal vez, confundirnos. También las hay que nos anegan con una riada y destruyen todo lo que hubo antes dejando tras de si un yermo que tardará mucho tiempo en ser fértil otra vez. No importa el por qué. Después de eso ¿qué puede atarte al suelo para luchar? Y al final de cada camino siempre hay una muerte. Y una esperanza.

¿Qué se destruye antes en la guerra: la esperanza o el amor? Tal vez la soledad lo oculte todo, la soledad de la distancia, la del exilio de lo que amas. ¿Cuánta soledad hay en el silencio? ¿Cuántos silencios se pierden entre las palabras de los otros? ¿Hablan las notas de My funny Valentine de otros climas más cálidos? ¿O tal vez es el humo de un club de jazz, o de un bar de pueblo lo que enturbia el aire? Una frase puede repetirse sin palabras, transformada en música, y hacer que el silencio pese más que el aire para que se precipite hacia el suelo y exista. ¿Qué puede quedar tras la guerra y la separación? ¿El olvido?

Toda la acción de la novela pasa a través de un túnel. Un túnel de guerra, sufrimiento y melancolía. Un túnel de tiempo que conecta historias, personajes y polos opuestos del mundo. Uno, al fin, donde el pasado solo te alcanzará si se lo permites y en aquello que desees que te acompañe. La sabiduría de las emociones más puras no puede someterse a ninguna decisión ajena. Ni siquiera a la del lector.
Jayne Anne Phillips publicó “Lark & Termite” después de nueve años de trabajo y fue finalista del National Book Award. En las reseñas publicadas en diferentes medios se ha hablado de sus vínculos con el realismo sucio (Carver, Ford), con la tradición sureña de Faulkner y McCullers, e incluso con reminiscencias de Kerouac, pero esta escritora y profesora, nacida en West Virginia, bebe también de sus propias fuentes. Hay poesía en cada oración y música en el conjunto de su escritura. Las frases se colorean y se evaden de un análisis que la “sobrevuele en aeroplano”, parafraseando a Benjamin. No se puede realizar una lectura ideal de esta novela, porque no puede captarse su esencia desde el punto de vista de un lector ideal. Debemos sumergirnos en el mundo de Termita para descubrir los orígenes profundos de una historia que se susurra y se intuye pero no se puede atrapar.

En esta novela caleidoscópica se adivinan las emociones mucho antes de que lleguen a rozar al lector. Son pequeñas notas, leves tonalidades de frases que se mezclan con la cotidianeidad de una vida tan leve como la de un pájaro o un insecto. Son los matices sutiles del amor. De cualquier amor.

martes, 12 de enero de 2010

Perú, Gordon Lish


Perú, Gordon Lish (Editorial Periférica, 222 p.)


El coraje de Editorial Periférica nos trae al Capitán Ficción de la revista Esquire, la editorial Knopf y Raymond Carver, una vida de literatura en el papel del editor, el mentor, el profesor y el escritor.

Perú asegura una lectura obsesiva, a través del dominio de la primera persona: el narrador culpable de un brutal, ingenuo —y ¿auténtico?— asesinato. Lish le permite expresarse a través de la recuperación circular de los detalles y la resonancia de la memoria, en un excelente ejercicio de superposición de escenarios. Cada dosis administra la cantidad perfecta de información. Sin dejar de hablar, sin permitirnos dejar de escuchar, el maestro de la gestión del tiempo y los objetos deja que su protagonista convulsione ante nuestros ojos desde la primera hasta la última página. Cito a Lish cuando citaba a Thoreau: “Hay dos tipos de escritura; la primera reporta un suceso; la segunda es el suceso”.

Si tuviera que decir algo negativo sobre esta novela —le mot injuste, digamos que es imprescindible hacerlo— diría que Lish podría haber sostenido la misma estructura hasta el cierre, sin necesidad de reconstruir linealmente las dos escenas que argumentan la obsesión. Como él mismo sugirió en una de sus clases neoyorquinas, “intenta permanecer alerta ante la ruina que supone que la obra se vuelva lineal”.